El aceite de la lámpara del Niño Jesús
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La señal del aceite
Entre las distintas propiedades del aceite está la de aliviar los traumas y curar llagas y quemaduras. Por eso desde la antigüedad el aceite ha sido utilizado como medicina. Jesús mismo hace referencia a él en la parábola del “buen Samaritano”, que derrama aceite en las heridas del caminante agredido por los bandidos (Lc 10,35). También los apóstoles “ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban” (Mc 6,13). En efecto, ungir con aceite es símbolo muy expresivo de la acción que la gracia divina realiza en la persona creyente: como el aceite impregna y alivia la parte enferma, así la gracia impregna y santifica al hombre pecador. Jesús ha querido que este gesto tan significativo llegase a ser un sacramento: la unción de los enfermos (Sant 5,14).
Unción sacramento y unciones devocionales
Desde la antigüedad, junto al Sacramento de la Unción de los enfermos, instituido por Jesús y otorgado por los sacerdotes, los cristianos han practicado en sus enfermos otras unciones con aceite bendecido. Este uso es un “sacramental”, es decir, un gesto, unido a la oración, que a imitación de los sacramentos, simboliza y obtiene efectos sobre todo espirituales, santificando las distintas circunstancias de la vida.
El aceite del Niño Jesús
De este modo se ha difundido el uso del aceite bendecido del Niño Jesús, que se usa en el Santuario de Arenzano desde su fundación (1904-1908). Es aceite de oliva, bendecido en la solemne celebración del día 25 de cada mes; se le llama también “aceite de la lámpara”, porque una parte de este aceite alimenta la llama que arde incesantemente ante la imagen del Niño Jesús, señal de la oración ininterrumpida que desde muchas partes del mundo sube al Pequeño Rey en favor de los necesitados y de los que sufren en el cuerpo o en el espíritu.
La unción en forma privada
Fuera de esta solemne circunstancia, los mismos fieles pueden hace la unción privadamente. Es suficiente una gota, extendida en forma de cruz en la frente o en la parte enferma, asociada al rezo del Padre nuestro, o de la Coronita del Niño Jesús, o de otra oración al Salvador para obtener alivio, consuelo y salud. La unción se puede repetir durante más días, como por ejemplo un triduo o una novena. El aceite se distribuye en pequeños frascos de vidrio, y se manda a todo el mundo a quien lo pida.
Disposiciones y frutos
No se trata de una práctica mágica o supersticiosa; es más bien una entrega con confianza a la bondad gratuita del Señor, como hacían los enfermos del Evangelio (cf. Mc 1,41; 3,10; 6,56). La primera gracia, que trae paz y bien para sí y para los demás, es la tolerancia serena y el ofrecimiento de los propios sufrimientos, en unión los de Cristo, en reparación de los propios pecados y por la salvación de los hombres. A este primer y más necesario beneficio, algunas veces Dios asocia la gracia de la curación física, como lo atestiguan muchos devotos que la han recibido, a veces de manera humanamente inexplicable.